Arte japónes
El arte
japonés evidencia la proximidad entre la creación artística y una profunda
intuición filosófica de la realidad.
El zen, rama
del budismo iniciada por Bodhidharma (o Daruma en el Japón), impregnó la
cultura japonesa y sus diversas expresiones artísticas como la pintura,
arquitectura, poesía, el arte de los jardines o la célebre ceremonia del té. Se
trata del perfil místico del budismo, donde lo vacío es la fuente primaria del
sentido, de la plenitud, la belleza y la expansión vital.
Se cree en la
existencia de múltiples fuerzas invisibles, dioses locales, genios protectores,
espíritus de las cosechas, del hogar, de los antepasados y de los parientes
fallecidos, fuerzas de la fertilidad, de la generación de la vida, poderes que
mueven tanto al cosmos como a los humildes objetos.
Estas fuerzas
son los kami, representaciones de lo sagrado que no están individualizadas ni
personalizadas. Los kami se multiplicaron y se hallan presentes en todas las
actividades de la vida diaria del japonés. La historia cuenta que el universo
fue creado por los tres kami, nacidos sin progenitores, y por una jerarquía
descendiente que recuerda los eons gnósticos.
La llegada
del budismo a través de China en el siglo VI., transformó profundamente la
cultura japonesa, pero no modificó los conceptos en que se basaba. El arte de
Japón, al entrar en contacto con la cultura búdica, un pensamiento más
refinado, se volvió más presico en sus técnicas.
Características
principales del arte japonés:
-
Simplicidad
de sus formas.
-
El
elemento ornamental o decorativo desaparece.
-
La
pobreza de los medios y de la materia, el wabi japonés.
-
Se
trata de un arte austero.
A
lo largo de los siglos, al igual que ha ocurrido en muy distintos puntos y
culturas de nuestro continente, una amplia variedad de factores sociales,
económicos, políticos, culturales y medioambientales, han tenido su influencia
en el desarrollo del arte de Japón. El clima templado, similar al de España, y
las cuatro estaciones bien diferenciadas, ofrecen una gran abundancia de
símbolos y temas estacionales, tales como el ciruelo, el cerezo, el crisantemo
y el arce, representando al invierno, la primavera, el verano y el otoño, que
se repiten una y otra vez en el arte japonés. El mitificado amor de los
japoneses por la naturaleza se refleja en el uso de materias primas como la
laca, la madera, el bambú, y el papel. La alta humedad del clima y los
frecuentes terremotos y tifones, que con cierta periodicidad asolan el país,
han hecho que el arte japonés recurra a la utilización de materiales ligeros,
que por un lado hagan a los objetos fácilmente transportables, y por otro, que
sus arquitecturas sean más fáciles de reconstruir. La estética japonesa, más
inclinada a admirar la hermosura de las cosas en función de su fugacidad, ha
preferido siempre la utilización de materiales humildes y sencillos de
encontrar.